El tiempo se pudre en las horas muertas
mientras la tarde se despide de mi
ventana.
Ya es invierno, ya los sentidos se
agitan perezosamente,
los colores del jardín son ahora
sombras de la primavera,
nada sobrevive en esta habitación
desde la que te escribo.
El personal marca las horas: ahora la
medicación,
luego la ducha y el desayuno...y la
visita del médico,
y las horas muertas...
Entre ellas estoy, desde aquí te
escribo,
una enfermera entra y me mira sin ojos,
me resigno ante la aguja que se lleva
mi sangre...
Ya esta tarde, las horas muertas las
marcan ellos,
ahora me dejan en paz,
puedo dormir en brazos de los
sonníferos...
Mañana continuo, ahora dejo esta carta
a medias. Un frio intenso me recorre la
espalda,
pequeños temblores sacuden mis
piernas,
lentamente la habitación se apaga
y yo también.
poemas nuevos
Sevilla, 30 de septiembre de 2014